Finalizado el plazo de recepción de los textos enviados al IX Concurso de microrrelatos "Realidad ilusoria" se procedió a su lectura y valoración por parte del jurado, formado por:
Raúl Garcés con "Sorpresa, sorpresa"- Zaragoza
Nicolás Jarque Alegre con "2050" - Albuixech (Valencia)
Ángel Sáiz Mora con "Noche de estreno" - Madrid
Elegí la cocina porque podría verlo desde esa ventana. También
él a mí, pero nunca le sorprendí una mirada. Ahí estaban la mesa, la silla y la
pistola. Y él sentado con la cabeza gacha. Cogió el arma. Jugueteó con ella. Se
metió el cañón en la boca. ¡¡No, no, no no!!, grité desesperado, Moví los
brazos. ¡Mírame, mírame! Me miró. Soltó la pistola. Comenzó a agitar las manos
a izquierda y derecha. Parecía, de verdad, muy afectado. Aflojé el nudo de
ahorcado y saqué el lazo de la cuerda por mi cabeza. Puede que también me
quisiera.
Dijo
ser la esposa del desconocido que yacía en la acera completamente borracho y
algunos transeúntes la ayudaron a meterlo en el coche. Ya en casa, le arrastró
como pudo desde el garaje hasta la cama y le dejó dormir. Al día siguiente,
cuando despertó, en lugar de una retahíla de reproches, el hombre se encontró
un café humeante, una pastilla para la resaca y un apetecible almuerzo.
Agradecido, tras el afeitado y la ducha, hizo con ella el amor. Desde entonces
son felices. Él no ha vuelto a beber ni su verdadera esposa se ha molestado en
buscarle.
Voy
a pintar unas estrellas. Alguna será fugaz. De las de pedir un deseo. Las
recortaré y les pondré hilo de pescar para atarlas a unos palitos —explicaba
con el teléfono en la oreja, por el que recibía tan solo algún monosílabo tenue
del otro lado—. Y luego quiero unirlos para colgarlos sobre la cuna.
Y mientras con la otra mano se acariciaba el vientre plano, en medio de esa habitación aún por estrenar, iba observando el techo, repleto de crucetas de madera con golondrinas, caracolas, margaritas, mariposas, tortugas, nubes, bichitos de luz...
La empresa donde trabaja el escribiente (siempre pensando en el
ahorro energético y en la salud de sus empleados) los gratifica económicamente
cuando estos no utilizan el ascensor para acceder a sus correspondientes
despachos. Pero los penaliza, económicamente también, si fichan tarde. Él
preferiría no hacerlo, pero acuciado por las deudas ha visto en ese dinero
extra una forma de saldarlas. Por eso, y a pesar de entrar a las ocho, todos
los días pone la alarma del despertador a las tres de la madrugada para poder
llegar puntual a su despacho, ubicado en el piso 114 del edificio.
En
la oración Juan abandonó a María una lluviosa noche de invierno, y
sin tomar partido por uno u otra, no solo debemos analizar la acción del
primero, cuyo papel en el asunto fue sustantivo, sino que hay que atender a la
relación de adyacencia entre ambos miembros. Juan es el sujeto que nunca
sujetó; María es el objeto que nunca objetó. Adoptó, paciente, la típica
actitud pasiva propia de los sujetos afectados ‒fue abandonada por
Juan, comentaba por lo bajo todo el vecindario‒ y padeció sin chistar
la acción de aquel. El resto fue apenas circunstancial.