Finalizado el plazo de recepción de los textos enviados al X Concurso de microrrelatos "Realidad ilusoria" se procedió a su lectura y valoración por parte del jurado, formado por:
- Nicolás Jarque Alegre, amigo, microrrelatista y ganador del IV certamen R.I.
https://enkuadres.es/p/08-las-miradas-miopes-nicolas-jarque-alegre
- Ana Lía López de Urán, amiga y escritora.
https://librosacuentagotas.com/libros/caballosdepapel/
- Alejandro Sánchez-Crespo Pérez, amigo, relatista y ganador del VII certamen R.I.
- Miguel Ángel Page, fundador del certamen Realidad Ilusoria.
Se han recibido un total de 1171 microrrelatos, provenientes España, Bolivia, Cuba, México, Guatemala, Argentina, Venezuela, Colombia, Perú, Estados Unidos, Honduras, Canadá, El Salvador, Paraguay, Uruguay, Montenegro, Brasil, Costa Rica, Ecuador, Chile, Dinamarca, Panamá y Alemania.
Agradezco la ingente participación de la presente edición. Este año la selección ha sido aún más complicada, lo que no ha impedido que haya sido, como siempre, una grata experiencia. Ya podéis leer los resultados. Un saludo a todos, participantes y lectores de microrrelatos.
MENCIONES
Yolanda Nava con "Del otoño al invierno"
Algo sucedió con los meses estivales. Pasaron de largo. Pudo ser un error en las rotativas al imprimir los calendarios o un transcurrir atropellado del tiempo. Quizás el Hacedor, ya senil, se olvidó de vaciar el cielo de nubes. Lo cierto es que no se escuchó estridular a grillos ni a chicharras; no hubo días de playa ni paseos en bicicleta y, lo peor de todo, me perdí los paraísos que los ojos almendrados de Marieta, me habían prometido el último verano al despedirnos.
y "El delantal de la abuela"
La abuela empezó a morirse el día de su nonagésimo cumpleaños acuciada por un ataque de nostalgia. Añoraba al abuelo, que se fue a esa edad. Llenó la casa de sentidos suspiros y abandonó su pasión: el cuidado del jardín. Se fue empequeñeciendo hasta que un día encontramos su cama vacía. Supimos que no volvería porque invadió la casa un repentino aroma de rosas y lavanda, de jazmín y azucenas, sus flores favoritas. La parte del delantal que cubrió su regazo se llenó de capullos multicolor, uno por cada secreto, cada risa y cada lágrima que sus nietas vertimos en él.
Pablo Vázquez con "Fulgor".
Sobre la hierba Goliat observaba caracoles, escarabajos, grillos y otros seres minúsculos que nunca había visto antes, después de ser abatido por David.
Rakel Ugarriza con "Una luz en el cielo".
Nos quedamos a dormir afuera por si la volvíamos a ver sobrevolando nuestro jardín. Mi marido creía de verdad que lo que habíamos avistado un par de días atrás no era una simple estrella fugaz. Estaba obsesionado con los extraterrestres y sus naves espaciales, por eso se pasaba las noches con la mirada perdida en el cielo. Los niños y yo nos partíamos de risa y a escondidas nos burlábamos de él. Aquella noche, entró en casa un momento para coger una cerveza. Cuando volvió me encontró muda, no supe cómo explicarle que al final él tenía razón y que, antes de abducir a los pequeños, prometieron volver a por nosotros lo más pronto posible.
Alberto Jesús Vargas con "Oniomanía".
No hay día que me resista a hacer alguna compra por internet. Al principio era reacia, pero me quedé tan vacía cuando él escapó de mi lado, que perdí las ganas de todo. Incapaz de salir a la calle pero decidida a superar mi dependencia emocional, recurrí al comercio electrónico y encargué un manual de autoayuda. Ahí empezó todo. Ya no pude parar. Productos cosméticos, lencería fina, vestidos escotados y hasta un juego de sábanas de delicado satén. He convertido mi puerta en un permanente punto de entrega convencida de que algún día volverá el primer repartidor, aquel que me dejó con el libro la sonrisa que ha dado un nuevo sentido a mi vida.
Adrián E. Belmonte con "La enésima última vez".
De alguna insondable manera había logrado zafarse de su formidable adversario, pero sabía que apenas le restaba tiempo hasta que este volviera a someterlo bajo su yugo: cada segundo valía oro. Necesitaba enviar un último mensaje a su entonces ausente ángel de la guarda, pero su abotargado juicio era incapaz de ubicarse en aquella estancia, cuyos rasgos se le antojaban cada vez más esquivos. Se demoró más de la cuenta en encontrar un bolígrafo y un trozo de papel sobre el cual plasmar su postrer comunicado, pero, tras hallar por fin ambos objetos, su temblorosa mano comenzó a esbozar dicha misiva. La demencia volvió a nublar la mente del octogenario apenas tres letras después, quien, sumido de nuevo en la confusión, perdió la enésima última ocasión de decirle a su hija que, a veces, aún la recordaba.
SEGUNDO FINALISTA
Miguelángel Flores con "El último empujón".
Giras la cabeza hacia la puerta para comprobar si se abre, si aparece ese ángel de la guarda que estire su mano protectora para salvarte. Como siempre viste en las películas. Alguien que te pida que no te tires. Que con palabras dulces intente recordarte lo bello que en el fondo es vivir. Cualquiera que consiga hacerte dudar. Y sentirte, de pronto, acompañado, comprendido, respaldado. Redescubrir que importas, que, por encima de todo, importas. Estás a solo un paso. Te vuelves de nuevo esperando encontrar a esa persona que te convenza. Pero nadie sube hasta la azotea. Nadie. No hay quien intente rescatarte. Al contrario. Ahora te fijas en la gente que espera abajo. Y reparas en que cada vez es más numerosa. Cada vez más expectante. Más impaciente.
PRIMER FINALISTA
Jorge Quispe Correa con "Acto de magia"
El mago hizo aparecer una moneda detrás de la oreja de un espectador. “Yo sé cómo se hace ese truco”, gritó el niño. El mago hizo aparecer un conejo del interior de su chistera. “Ese también es fácil hacerlo”, gritó el niño. El mago, mientras le lanzaba una mirada iracunda, procedió a levitar. “No lo aplaudan, no está flotando de verdad”, gritó el niño. El mago, furioso, comenzó a acercársele cuando de pronto ... ¡zas! ... con un tronar de dedos, el niño lo desapareció.
GANADOR
Carlos Eduardo Sánchez con "Onerosos gustos oníricos".
Ayer, en una tienda de compra venta
de sueños usados, canjee un sueño erótico, que yo había tenido la semana
pasada, por tres pesadillas; verdaderas joyas del inconsciente que no son valoradas.
Fue, lo que se dice, una ganga. A las pesadillas usadas casi nadie las quiere,
en cambio a mí me encantan. Pueden llegar a ser muy divertidas, la mayoría se
parecen a esas viejas películas de terror clase B, absurdas y sobreactuadas. Me
entretienen, en especial cuando hago la siesta esos domingos aburridos,
interminables. La que no está conforme con esta afición es mi mujer, dice que,
mientras duermo, me río a carcajadas como un estúpido y que la despierto en lo
mejor de los sueños románticos que ella compra y por los que, entre nosotros,
paga una fortuna.