Debía deshacerme de ella por muy gemelas que fuéramos. Pese a
mis amenazas, podía hablar en cualquier momento. El tipo cobró por adelantado.
Le entregué una bolsa de papel sin apenas mirarle a la cara; no tardaría
demasiado, dijo. Ya cerca del ocaso, sentí algo irrefrenable en mi interior, y
cancelé la operación. Empaqué cuatro cosas, y salí a toda prisa de la ciudad.
Hoy,
sentada en esta silla apunto de que todo termine, solo espero que ella experimente
algo parecido.
